Charles Darwin
La teoría de la evolución de Darwin se considera, con
justicia, como el mayor principio unificador de la biología. Darwin no fue el
primero en proponer una teoría de la evolución, pero fue el primero que
describió un mecanismo válido por el cual podría ocurrir. Su teoría difería de
teorías previas en que él imaginaba a la evolución como un proceso doble, que
dependía: 1) de la existencia de variaciones heredables entre los organismos, y
2) del proceso de selección natural por el cual algunos organismos, en virtud
de sus variaciones heredables, dejaban más progenie que otros.
Existen numerosas evidencias que ponen de manifiesto la
existencia del proceso evolutivo.
Distinguiendo el campo del que provienen,
pueden reconocerse cinco fuentes de evidencia: la observación directa, la
biogeografía, el registro fósil, el estudio de las homologías y la imperfección
de la adaptación.
Desde la época de Darwin, se ha acumulado una gran cantidad
de nuevas evidencias en todas estas categorías, particularmente en los niveles
celular, subcelular y molecular, que destacan la unidad histórica de todos los
organismos vivos. Una debilidad central de la teoría de Darwin, que permaneció
sin resolver durante muchos años, fue la ausencia de un mecanismo válido para
explicar la herencia.
En la década de 1930, el trabajo de muchos científicos se
plasmó en la Teoría Sintética de la evolución, que combina los principios de la
genética mendeliana con la teoría darwiniana. La Teoría Sintética ha
proporcionado -y continúa proporcionando- el fundamento del trabajo de los
biólogos en sus intentos por desentrañar los detalles de la historia de la
vida.
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