miércoles, 24 de junio de 2015

Avances científicos de la medicina en Venezuela

El investigador Humberto Fernández Morán fundó en 1955 el Instituto Venezolano de Neurología e Investigaciones Cerebrales (IVNIC). Este instituto fue transformado en 1959 en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). Pionero de la microscopia electrónica invento del cuchillo de diamante. En 1970 es contratado por la NASA para trabajar en el proyecto Apolo en el campo del análisis de las rocas lunares.
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El Dr. Marcel Roche Destacado médico y científico venezolano. Fundador y director, entre 1952 y 1958, del Instituto del Instituto de Investigaciones Médicas Fundación Luis Roche, en donde se hacían trabajos de investigación sobre anquilostomiasis, el bocio endémico, la diabetes, entre otros. Director del IVNIC, que dio origen al Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), del cual fue director durante 10 años. Fundador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICIT).                 
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Baruj Benacerraf nació en Venezuela, pero realizó sus estudios universitarios y sus investigaciones en los Estados Unidos. Recibió el premio Nobel de Medicina en 1980. Sus estudios se desarrollaron en el ámbito de las reacciones inmunológicas y la genética. Demostró que la respuesta inmune frente a un antígeno es distinta para cada individuo y es heredada según las leyes de Mendel. Todos los individuos pueden responder frente a un mismo antígeno soluble pero cada individuo reconoce distintos determinantes antigénicos.

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Jacinto Convit realizó estudios epidemiológicos durante varias décadas. Entre estos, se destacó su vacuna contra la lepra y el desarrollo de un mejor tratamiento contra la leishmaniasis. Estos trabajos le valieron en 1987 el Premio Príncipe de Asturias y una nominación al premio Nóbel en 1988                                                                     
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Carlos del Pozo y Sucre

Carlos del Pozo y Sucre es probablemente el primer inventor destacado que tuvo Venezuela. Alexander von Humboldt menciona un encuentro con este hombre en 1800:
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Encontramos en Calabozo, en el corazón de los llanos, una máquina eléctrica de grandes discos, electróforos, baterías, electrómeros, un material casi tan completo como el que poseen nuestros físicos en Europa. No habían sido comprados en los Estados Unidos todos estos objetos; eran la obra de un hombre que nunca había visto instrumento alguno, que a nadie podía consultar, que no conocía los fenómenos de la electricidad más que por la lectura del Tratado de Sigaud de Lafond (Joseph Aignan Sigaud de Lafond) y de las Memorias de Franklin (Benjamin Franklin). El Sr. Carlos del Pozo, que así se llamaba aquel estimable e ingenioso sujeto, había comenzado a hacer máquinas eléctricas de cilindro empleando grandes frascos de vidrio a los cuales había cortado el cuello. Desde algunos años tan sólo pudo procurarse, por vía de Filadelfia, platillos para construir una máquina de discos y obtener efectos más considerables de la electricidad. Fácil es suponer cuántas dificultades tuvo que vencer el Sr. Del Pozo desde que cayeron en sus manos las primeras obras sobre la electricidad, cuando resolvió animosamente procurarse, por su propia industria, todo lo que veía descrito en los libros. No había gozado hasta entonces sino del asombro y admiración que sus experiencias producían en personas carentes por completo de instrucción, que jamás se habían apartado de la soledad de los llanos. Nuestra mansión en Calabozo le hizo experimentar una satisfacción del todo nueva. Por supuesto que había de dar alguna importancia a los votos de dos viajeros que podían comparar sus aparatos con los que se construyen en Europa. Yo llevaba electrómeros de paja, de bolilla de saúco, y de hojas de oro laminado, y asimismo una botellita de Leyden que podía cargarse por frotamiento, según el método de Ingenhouss, la cual me servía para experiencias fisiológicas. No pudo el Sr. Del Pozo contener su alegría al ver por primera vez instrumentos no hechos por él y que parecían copia de los suyos. Le mostramos también el efecto de metales heterogéneos sobre los nervios de las ranas. Los nombres de Galvani y Volta no habían resonado en aquellas vastas soledades.
Alejandro de Humboldt, Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente.

En 1804 participó con el científico ibérico Francisco Javier Balmis en la vacunación contra la viruela en Venezuela. Del Pozo era un partidario del gobierno español y por esto no recibió apoyo del nuevo gobierno patriota instaurado en 1811. Murió olvidado en 1814.

fallece a sus 100 años Jacinto Convit, eminente científico venezolano

El nominado al premio Nobel de Medicina logró controlar la lepra y otras enfermedades endémicas
Resultado de imagen para dr jacinto convitLa mañana de este lunes 12 de mayo murió el médico y científico venezolano Jacinto Convit García, a sus 100 años de edad. Como parte de su gran obra en protección de la humanidad, Convit junto a su equipo desarrolló dos modelos de vacunación para el control de la lepra y la leishmaniasis. Por ello, en 1988 su descubrimiento le valió una nominación para el premio Nobel de Medicina. El doctor Convit fue distinguido con el Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, siempre será recordado por su infatigable labor científica y los aportes que ha preservado para la salud de los pueblos del mundo y a su lucha contra el cáncer.
Jacinto Convit nació el 11 de septiembre de 1913 en la Parroquia de La Pastora de la ciudad de Caracas. Fue hijo de Francisco Convit y Flora García de Convit. Cursó sus estudios superiores en la Universidad Central de Venezuela, de donde egresa en octubre de 1938 con el título de Doctor en Ciencias Médicas, a los 25 años de edad.
Aportes a la ciencia médica
El ilustre médico y científico venezolano fue un insigne hombre que dedicó toda su vida a la investigación científica, a través de la cual logró diversos descubrimientos, entre ellos los modelos de vacunación para combatir la lepra. 

 Es considerado una de las más importantes figuras mundiales en dicha lucha.
Avances en la lepra
En 1937, el doctor Martín Vegas, conocido pionero en los estudios sobre la lepra, invitó a Jacinto Convit a visitar la vieja casona de Cabo Blanco en el estado Vargas (norte), donde se alojaban cientos de pacientes afectados por lacería o lepra. En 1990, Convit escribía que su permanencia en Cabo Blanco fue enriquecedora en el plano personal y profesional. “Aprendí a cuidar a los pacientes desempeñando labores de médico, juez, odontólogo y consejero, que sirvieron ampliamente para enriquecer mi conocimiento sobre la enfermedad y profundizar sobre el aspecto humano de los enfermos”.
Cura contra la lepra
Luego de varias investigaciones con el único remedio empleado en estos pacientes, el aceite de Chaulmoogra, Convit y su equipo pudieron comprobar que el compuesto de Sulfota y Clofazimina podía fungir con gran efectividad en contra de este mal, lo que conllevó el cierre de las conocidas leproserías donde los enfermos eran encerrados y vejados en su condición humana.
Creación para la investigación
Al lograr controlar la lepra y otras enfermedades endémicas, el doctor Convit se planteó el reto de crear un centro de investigaciones científicas. Así nació el Instituto de Dermatología, que posteriormente se llamó Instituto de Biomedicina de Caracas (IBC), el cual dirigió desde 1972, y es desde el 2 de julio de 1973 la sede del Centro Internacional de Investigación y Adiestramiento sobre Lepra y Enfermedades afines de la Organización Panamericana y Mundial de la Salud.
Allí, después de mucho esfuerzo conjunto y continuo, surgió la vacuna contra la lepra, que sirvió de base para la vacuna contra la leishmaniasis.
Premios por sus avances
Luego de la nominación al Premio Nobel de Medicina en 1988 por el descubrimiento de la vacuna contra la lepra, la cual resultó de la combinación de la vacuna de la tuberculosis con el bacilo Mycobacterium leprae, Convit recibió en España el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1989.
En su trayectoria contribuyó a la fundación de diversas instituciones y asociaciones relacionadas con la labor médica, tanto dentro como fuera del país. De esta forma, fue miembro fundador de la Sociedad Venezolana de Dermatología y Venereología, de la Sociedad Venezolana de Alergología y de la Sociedad Venezolana de Salud Pública. El 28 de febrero de 2011 es condecorado con La Legión de Honor, la más alta distinción honorífica de la República Francesa.
La vacuna que le quitó el sueño
El cáncer fue una enfermedad que siempre le quitó el sueño a Convit, por lo que el eminente científico venezolano junto con un equipo multidisciplinario de investigadores tanto en Venezuela como en el exterior había trabajado afanosamente para lograr el éxito del modelo de inmunoterapia propuesto por el médico.

El proyecto de autovacuna contra el cáncer de mama, colon y estómago quedó en fase experimental.

Avances tecnológicos en salud

Primera transfusión de sangre cultivada en el laboratorio



Científicos franceses de la Universidad Pierre y Marie Curie de París han llevado a cabo la primera transfusión de sangre obtenida en un laboratorio, según publica la revista especializada Blood en su última edición. Luc Douay y sus colegas extrajeron células madre de la médula ósea de un voluntario, las hicieron crecer en el laboratorio hasta que se convirtieron en glóbulos rojos, y luego inyectaron 10.000 millones de ellas de nuevo en la médula del donante. Cinco días después, el 94% de las células inyectadas ya circulaban a sus anchas por el cuerpo del sujeto. Y lo que es más importante, se comportaban como cualquier otro hematíe, transportando oxígeno a los tejidos. “La supervivencia en vivo demuestra su calidad y funcionalidad” concluyen los autores del estudio.El avance supone una gran noticia, ya que supondría una fuente inagotable de reservas de sangre para transfusiones, algo especialmente necesario en un momento en que las donaciones de este líquido vital están por debajo de la demanda.


Ciencia vs Religión

Es frecuente pensar que la ciencia es, de alguna manera, “enemiga” de la religión.

Un ejemplo son los debates sobre la evolución que se han dado en Kansas y otros estados de la Unión Americana. Quienes exigen que junto con la teoría darwiniana se enseñen concepciones religiosas, como el creacionismo o el llamado “diseño inteligente”, esgrimen el argumento de que no se debería excluir a la religión del salón de clases.

Quizá tengan razón. Sin embargo, tampoco hay motivo para permitir que la religión entre en la clase de ciencias, ni forme parte de un sistema de enseñanza si las leyes lo definen comolaico (según el diccionario, “independiente de cualquier organización o confesión religiosa”).
Esto no quiere decir que la ciencia se oponga a la enseñanza religiosa. Simplemente, intenta evitar que el pensamiento religioso se confunda con el científico. Se vuelve interesante, entonces, examinar las causas por las que vale la pena mantener clara esta distinción:

Mientras que la religión se basa en conocimiento revelado, recibido directamente de la divinidad, por medios que no pueden expresarse a través de la razón (el creyente sabe que sabe, aunque no sepa cómo lo sabe), la ciencia produce conocimiento sobre la naturaleza, y para ello se basa en la observación, la experimentación, la discusión y el razonamiento lógico (el científico cree saber, aunque sí sabe por qué cree lo que cree).

Aunque las religiones pueden cambiar, su naturaleza revelada les impide evolucionar, en el sentido en que sí lo hace la ciencia: encontrando explicaciones nuevas y mejores que continuamente sustituyen a las antiguas. Los dogmas religiosos, en cambio, son verdades eternas que no pueden ser refutadas.

Mientras que la religión se basa en la fe (creer en algo sin necesidad de pruebas), en ciencia el escepticismo es un valor central: para aceptar algo, se requieren necesariamente pruebas convincentes. Por ello una educación científica, que fomenta el escepticismo, puede chocar con la formación religiosa, que valora y promueve la fe.

Finalmente, mientras que la ciencia se limita a estudiar el mundo natural, la religión abarca no sólo el mundo físico, sino también el de lo espiritual. Para fines científicos, no hay razón para suponer que exista nada más allá del mundo físico; la ciencia es, por necesidad,naturalista, y de entrada desecha cualquier suposición que involucre fenómenos sobre-naturales.


En realidad, ciencia y religión no son enemigas, aunque sí son distintas y quizá, en gran medida, incompatibles. Lo cual no quiere decir que una busque eliminar a la otra. Después de todo, tampoco el arte ni el amor son, afortunadamente, explicables desde un punto de vista racional y científico